Covid, secularismo y restricciones a la Fe.
En este último año y medio a muchos se les cayó la venda de los ojos, descubriendo una situación latente en el mundo desde adentrado el siglo de las luces. Hoy con la situación de pandemia que atravesamos, descubrimos como cristianos, que hay una fuerte presión para que vivamos (los cristianos principalmente) en burbujas cada vez más pequeñas, relegando toda religiosidad al ámbito privado, y cada vez más privado. Descubrimos que vivimos restricciones que lejos de flexibilizarse, buscan endurecerse. No nos confundamos, no hablamos de las medidas adoptadas por los distintos gobiernos para sobrellevar la pandemia, sino de las medidas que, con esta excusa, busca una sociedad cada vez más secularizada.
La crisis sanitaria que produjo la pandemia de la Covid-19 ha afectado profundamente los derechos humanos, entre ellos la libertad de reunión y la libertad de religión, suscitando debates sobre las implicaciones de las decisiones políticas adoptadas. Si bien el mundo se enfrenta a una emergencia sanitaria, que obligó a los países a tomar medidas extraordinarias se han producido casos de abuso y ataques a la libertad religiosa, debido en parte a la aplicación no equitativa de las restricciones impuestas a las actividades religiosas frente a las económicas, olvidándose o más bien desatendiendo a la realidad de que la dimensión religiosa constituye un aspecto fundamental de la personalidad humana y de la sociedad.
En regímenes especialmente autoritarios, por ejemplo, China, se impusieron mayores restricciones a la práctica de la religión y se cerraron los sitios web que transmiten servicios religiosos.
Los grupos terroristas y yihadistas aprovecharon para aumentar sus ataques violentos y afianzar los logros territoriales. Los grupos extremistas también han utilizado la pandemia para reclutar nuevos miembros. Numerosas publicaciones propagandísticas de Al Qaeda, Dáesh (Estado Islámico) y Boko Haram han calificado a la COVID-19 de castigo de Dios al «Occidente decadente», han prometido inmunidad contra el virus y han garantizado un lugar en el paraíso a los yihadistas. En la región del Sáhel, desde Mali hasta Burkina Faso, desde Níger hasta Nigeria, y en la región de Cabo Delgado al norte de Mozambique, los islamistas se han reagrupado, rearmado y han reforzado las estructuras y alianzas que tenían o han creado otras nuevas. También se han puesto en evidencia ejemplos de desproporcionalidad al comparar las normativas según las cuales la asistencia a los servicios religiosos estaba enormemente restringida mientras a los lugares de negocios o de ocio se les permitía aceptar un número de participantes mucho mayor.
Por otra parte, la pandemia ha inspirado ejemplos positivos de apoyo mutuo entre grupos religiosos. En Camerún, miles de musulmanes se unieron a los cristianos en las oraciones del día de Navidad por el fin de la pandemia y por la paz. También el Gobierno comunista de Cuba permitió que se transmitiese por la televisión nacional, por primera vez, el vía crucis del papa Francisco y los actos litúrgicos de Semana Santa.
Todavía queda mucho camino por atravesar, algunos especialistas afirman que estamos más cerca del principio que del final de la pandemia. En este camino que aún nos queda por delante abrir los ojos a la realidad de este secularismo debe llevarnos a redescubrir nuestra fe, afirmarla y saber llevar más que nunca a los demás esto que durante milenios se contagió de persona a persona e incluso a multitudes, y que llegó a nuestros corazones, la buena noticia, el evangelio de Jesucristo.
Fuente: https://acninternational.org/religiousfreedomreport/es/backgrounders/covid-19-focus/