¿Cómo vivir la fe en este tiempo? ¿Cómo profesarla en una sociedad que se aleja cada vez más de Dios? ¿Cómo evangelizar la cultura como lo han hecho los apóstoles?
Cristo a nadie dijo ‘tu dinero te ha salvado’; ‘tu ciencia te ha salvado’; ‘tu educación…’; ‘tu simpatía…’; ‘tu autoridad…’. Solamente “tu fe te ha salvado” ¿Y cómo hacemos para cambiar esto?
Muchas personas declaman creer en Dios. Si tuviéramos en cuenta todas estas declamaciones, podríamos afirmar que no vivimos en un mundo de paganos. Sin embargo, si nos detenemos a observar atentamente, detectaremos un notable dualismo: se piensa en cristiano, pero se vive en pagano. No se vive lo que se dice, el famoso “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. Muchos que dicen creer en Dios, viven como si Dios no existiese, o peor aún, como si Dios no se hubiera enterado de que ellos existen.
Vivir coherentemente con la fe profesada implica darse cuenta de que Dios no está distraído, de que Dios está interesado y atento a cada uno de nosotros, de que no hemos sido sacados de la nada, de que cada uno de nosotros ha sido llamado por Dios en forma personal y de que nuestra existencia resulta trascendente al tener una razón de ser.
Si nuestra sociedad no progresa, no es porque haya muchos paganos, sino porque hay muy pocos cristianos. Pocos que viven como piensan; pocos que dan testimonio positivo; pocos que tengan conciencia de que deben cumplir una misión que nadie hará en su lugar. Entonces podemos preguntarnos:
¿Cómo está tu testimonio de fe hoy? ¿Cómo estás viviendo el llamado de Dios que te ha hecho personalmente?
Lo que sabemos por la fe no vale nada si nuestra fe está muerta. Sólo la fe viva que obra por el amor justifica al hombre. Si nuestra fe no produce frutos, no da testimonio, significa que está muy debilitada, y se ha convertido en una rutina, en un concepto abstracto sin raíces en la vida.
Es necesario no presentar vayas a Cristo, para que Cristo entre en nosotros y potencie nuestra fe. Creamos en Dios y creamos a Dios contra toda apariencia. Creamos firmemente que la felicidad no es poseer muchas cosas materiales, como nos enseña la sociedad en que vivimos. Destaquemos y profesamos que esta vida no es la verdadera, sino un breve paso hacia ella.
Si todos nos abandonan, creamos en Dios que no nos abandonará. A todos nos hace falta fe. Por eso pocas veces podemos decir, como decía Cristo: “tu fe te ha salvado”. Y Cristo a nadie dijo ‘tu dinero te ha salvado’; ‘tu ciencia te ha salvado’; ‘tu educación…’; ‘tu simpatía…’; ‘tu autoridad…’. Solamente “tu fe te ha salvado”.
La fe hace que reconozcamos nuestra condición de criaturas impotentes para la salvación. Y cuando la impotencia del hombre se manifiesta, en ese instante se manifiesta la omnipotencia de Dios.
Por esto mismo vemos oportuno finalizar preguntándonos ¿Cómo está tu fe hoy? ¿Qué crees que necesitas? Pedicelo a Dios…