El nuevo ganado. Sociedad en Oferta:

¿Estamos Vendiendo Nuestra Humanidad?

Vivimos en una época donde el sujeto ha sido reemplazado por el objeto. Las emociones, los cuerpos e incluso la verdad han sido transformadas en productos de consumo. Desde una popular serie de televisión hasta las voces de sociólogos reconocidos como Bauman y Kracauer, este artículo propone una reflexión profunda sobre cómo la mercantilización ha penetrado todos los aspectos de nuestra existencia. A su vez, se rescata la mirada cristiana que aún se alza como luz de sentido y redención ante un sistema que parece haber olvidado lo más esencial: el valor sagrado del ser humano.

Hot Sale, el sujeto ético en promoción y los valores con descuento

Comenzando con el tema que estamos planteando, lo primero que llama la atención —y es bueno traer a esta nota— es el título del capítulo 9 de la segunda temporada de Los Simuladores, titulado “El debilitamiento social”.

Este capítulo trata sobre cómo se utiliza a las modelos como objetos, sin importar si padecen bulimia, anorexia u otros complejos. Son vistas únicamente como instrumentos útiles para vender.

En el episodio se lleva adelante un juicio (simulado) en el que se intenta concientizar a la protagonista (Marcela Kloosterboer) para que abandone la bulimia antes de que sea demasiado tarde, y también se busca que el acusado —dueño de la agencia de modelos— deje de cosificar a las personas.

Me parece sumamente ingenioso llamar a ese episodio de esa manera, porque si nos remontamos al tiempo en el que fue proyectado, podemos observar hoy el desencadenante de tantos años de ese “debilitamiento social”, ya plasmado en cada uno de nosotros. De hecho, siendo un tema tan actual y cotidiano, si realizás la búsqueda en Google con las palabras “debilitamiento social”, aparece el capítulo de Los Simuladores y no la problemática en sí. Esto es muy llamativo, porque hoy en día el debilitamiento social está presente en múltiples escenarios.

Claramente, en la época en la que se creó el episodio, este problema no era nuevo. Ya estaba instalado desde muchas décadas atrás. De hecho, lo menciona en varias oportunidades Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco (1925-2017), en su escrito Introducción al secreto mejor guardado de la sociedad de consumidores.

Lo que sí podemos decir —y con la ventaja de contar, como dice la expresión urbana, con “el diario del lunes”— es que hace rato convivimos a diario con este debilitamiento social. La usura y la conversión de la persona en un objeto de consumo se han masificado, no solo en el mundo del modelaje, sino que han alcanzado todos los aspectos de la sociedad. Podemos decir, entonces, que han impregnado a toda la cultura con esta degradación del SER.

Esta situación fue escondida durante mucho tiempo, y muchas partes del capítulo nos remiten a lo que propone Bauman en el libro mencionado, donde ya se habla de la mercantilización de la persona, tanto en períodos anteriores como en la actualidad:

“La característica más prominente de la sociedad de consumidores —por cuidadosamente que haya sido escondida o encubierta— es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles.”

Por otro lado, cabe destacar el comentario oportuno de Siegfried Kracauer (sociólogo alemán, crítico del comunismo), quien ya hablaba años atrás sobre el estereotipo de la belleza. En Die Angestellten (ensayos publicados por primera vez en el Frankfurter Allgemeine Zeitung en 1929, y luego recopilados en un volumen por Suhrkamp en 1930), cita un folleto de reciente aparición titulado

“Cómo ser hermoso”, el cual en los periódicos se promocionaba como “el camino para mantenerse joven y hermoso ahora y para siempre”.

Tomando esto, pensemos en lo que sucede tanto en la trama del episodio como en la actualidad.

Es llamativo cómo los evaluadores de cuerpos caracterizados en el capítulo 9 ni siquiera se expresan sobre las mujeres en términos de belleza — si son lindas o feas—; podríamos incluso decir que ni las miran con ojos sexualizados (lo cual tampoco está bien), sino que las observan como productos, evaluando si pueden generar ganancias o no.

Es tal la normalización de la usurpación de los cuerpos, que ya lo vemos como algo aceptable y cotidiano. Claramente, en el episodio se muestra un escenario en particular, pero todos sabemos que, aunque hoy el eslogan de moda dice “No se habla de los cuerpos”, esto sigue estando impreso en la piel de la sociedad.

Este prejuicio y clasismo nos atraviesa a todos y forma parte de lo cotidiano.

Entonces, podemos plantearnos algunas preguntas para reflexionar con mayor profundidad:

¿Qué tan alejados estamos nosotros como sociedad de lo que sucede en el capítulo citado para este artículo?

Consumidores consumidos: el catálogo humano y la eugenesia

Otra cuestión que plantea el episodio —y que sigue siendo muy actual— es cómo esta sociedad, cada vez más selectiva, tiende a tratar a las personas como productos de catálogo.

Lo vemos, por ejemplo, en los casos de alquiler de vientres o en diferentes sistemas de fecundación, donde existen catálogos de personas. En estos se detalla qué aval genético, imagen o nivel de belleza tienen los donantes, con el objetivo de cumplir ciertos estándares de supuesta aceptabilidad social.

Por mencionar algún caso concreto, esto se evidencia con claridad en los estereotipos de belleza actuales. Muchas personas, a través de cirugías y tratamientos, modifican su cuerpo para verse mejor, parecer siempre jóvenes o atractivos. Se transforman, en definitiva, en redes sociales con patas, donde es obligatorio mostrarse espléndido a cada momento, porque, de lo contrario, quedas “afuera”.

Evidentemente se busca la perfección, ese Übermensch (raza humana ideal) moderno al que, de algún modo, aludía Nietzsche, pero adaptado a los tiempos que corren.

Bauman también nos habla de esto:

“El sueño de convertirse en un producto admirado, deseado y codiciado, un producto muy comentado, que se destaca por sobre esa aglomeración informe, un producto insoslayable, incuestionable, insustituible”.

(Introducción al secreto mejor guardado de la sociedad de consumidores)

Tratando de hacer un poco de prospectiva sobre lo que viene, surgen nuevos interrogantes:

¿Podemos decir que estamos asistiendo a la normalización de la eugenesia?

¿Ese es el siguiente paso? ¿Un mercado de la belleza ideal?

¿Venderemos por catálogo imágenes de gran belleza, reales o digitalizadas, para ser instaladas o injertadas en nuestros propios cuerpos?

¿Se avecina un gran negocio, verdad?

Entendamos por eugenesia: Estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana”. (RAE: rae.es/eugenesia)

El sitio Ampligen.es lo define así:

“Eugenesia significa ‘buen nacimiento’. La eugenesia (o eugenismo) es aquella disciplina —a menudo acusada de pseudocientífica— que tiene como fin modificar la herencia genética de las personas para mejorar una raza o la especie humana, aplicando leyes biológicas y técnicas de genética avanzadas. De esta forma, se interviene en aquellos rasgos hereditarios no deseados, para que nazcan personas más sanas, más inteligentes, más fuertes o con unos rasgos físicos determinados.” (Ampligen.es, 16/07/2021)

Tomando este concepto, y sumando lo planteado por el capítulo de Los Simuladores en relación con la cultura actual, podríamos decir que antes vendíamos muñecos de Barbie y Ken como modelos de persona a alcanzar, y ahora tenemos catálogos de personas reales que deben ser Barbie y Ken vivientes.

Sabemos que la eugenesia, como ciencia, puede resultar beneficiosa al momento de detectar y prevenir enfermedades congénitas. Pero también sabemos que, en medio de esta ciencia, se filtra —lamentablemente— el consumismo y la comercialización desenfrenada del ser humano. Y por fundamentos ya expuestos, sabemos que esto no solo es posible, sino que ya está ocurriendo.

Bauman nos advierte sobre este fenómeno. Al igual que en el episodio, las personas estamos siendo vistas como si fuéramos productos de catálogo, utilizables o descartables según nuestra apariencia o utilidad.

Te veo mientras me sirvas, mientras pueda sacar una ventaja, un rédito.

Esto aplica tanto a los productores —que buscan la mayor rentabilidad al menor costo— como a los consumidores, que necesitan tener a cualquier precio, incluso a costa de sí mismos.

“No se espera que los consumidores juren lealtad a los objetos que adquieren con intención de consumir”. (Z. Bauman; Introducción al secreto mejor guardado de la sociedad de consumidores).

En definitiva, en esta lógica del mercado, las personas ya no solo consumen productos: también consumen imágenes, cuerpos, relaciones y hasta identidades. Y como todo en el mercado, son útiles mientras sirvan. Después, se desechan.

La Verdad como producto consumible: 2×1 hasta agotar stock

En conclusión, evaluando esta situación, sabemos cómo sociedad que esto está mal.

Hay algo dentro nuestro que nos dice: “Esto no está bien”, y eso viene grabado en nuestro ADN. Es lo que se llama ley natural: esa tendencia interior a hacer el bien, al comportamiento ético y moral en cada ámbito de la vida. O, como hemos abordado a lo largo de este recorrido, el sujeto ético.

Santo Tomás de Aquino nos enseña:

“El derecho natural se define como la participación de la razón humana en la ley eterna de Dios. Es un conjunto de principios morales y universales inscritos en la naturaleza humana, que guían a las personas hacia su fin último, que es la felicidad en la comunión con Dios. Estas leyes naturales son accesibles a través de la razón y sirven como base para el derecho positivo (leyes creadas por los humanos).”

Sabemos que, si seguimos así, los intereses de unos pocos —que manejan el mundo— terminarán por destruirlo… o por destruir lo poco que queda. Pero la pregunta es:

¿Qué hacemos con la verdad? ¿Qué hacemos con eso que sabemos que está mal?

¿Dónde hemos desterrado a esa voz interior que desea salir, pero que callamos por una supuesta conveniencia?

Tal vez podamos decir que, como sociedad, somos incoherentes: deseamos salir de este sistema, pero preferimos quedarnos porque, de alguna manera, nos sirve.

¿Será que somos como adictos? Sabemos que estamos mal, pero seguimos consumiendo porque “me sirve” y “no lo puedo dejar”, alimentando al mismo sistema y cayendo en un bucle sin salida que nos atrapa.

En este punto, resulta oportuno citar nuevamente a Bauman cuando afirma:

“Lo que supuestamente es la materialización de la verdad interior del yo no es otra cosa que una idealización de las huellas materiales —cosificadas— de sus elecciones a la hora de consumir.” (Z. Bauman; Introducción al secreto mejor guardado de la sociedad de consumidores)

Entonces, siguiendo esta analogía, cabe preguntarnos:

¿Vendimos la verdad y estamos vendiendo una supuesta verdad?

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