Hoy, al igual que en los primeros siglos del cristianismo, existe una persecución contra aquellos que se llaman y sobre todo quienes creen y viven como verdaderos cristianos. Multitud de mártires, son testigos de las persecuciones de hoy y de ayer, pero ¿Cómo comenzó todo esto? ¿Qué es lo que tiene el cristianismo que lo hace intolerable para el resto? ¿Por qué hoy, los cristianos somos perseguidos, incluso en lo que el papa Francisco llama persecución educada?
Podemos sintetizar estas causas, remontándonos al imperio romano, en este reinaba una completa paz religiosa antes de la llegada del cristianismo, ya que, como política de estado, todos los pueblos incorporados al imperio, podían venerar con libertad a sus dioses, desde el judaísmo con su culto a Yahvé pasando por los cultos orientales, convivían en alegre armonía.
Por su naturaleza misma, el cristianismo, rechazaba tanto los dioses y culto romano como todas aquellas deidades y cultos de los demás pueblos integrantes del imperio. Con su exclusivismo y sosteniendo que la única y verdadera religión era el cristianismo, se abocaron a una intensa tarea de proselitismo lo cual enardecía a los más fervientes devotos de la antigua mitología. Con su avance se llegó a tomar a los cristianos como ateos, al no aceptar el culto romano, y por consiguiente blanco de calumnias como de ser capaces de los más atroces crímenes, enemigos de la humanidad.
Este ambiente, traducido en odio contra los cristianos, lanzó las primeras chispas, preparando el ambiente para que con cualquier pretexto se encendiera el fuego de la persecución.
Hoy, al igual que ayer, el cristiano está llamado a ser ese signo de contradicción y ese ir contra la corriente de un mundo lleno de ídolos sigue echando leña a ese fuego encendido hace siglos. Cada vez que alza la voz, proclamando el evangelio, defendiendo la vida y la familia, cada vez que busca despertar conciencias y abrir los corazones a Dios, seguiremos echando leña a ese fuego que al final de cuentas no hace más que purificar a la Iglesia.