El Llamado y el Seguimiento de Cristo
Dice Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, que “un Movimiento es como una pequeña ventana abierta al cielo”.
Pertenecer a una Institución de la Iglesia en primer lugar es haber escuchado el llamado de Dios, pero muchas veces lo decimos como algo natural o lógico y hasta que nos acostumbramos a decir que hemos escuchado el llamado sin pensar que haber sido llamados es algo trascendental en nuestras vidas.
El llamado del Señor implica:
*En primer lugar significa una atención a Dios. Me ha llamado, me ha mirado especialmente a mi y este llamado está por encima de todas las situaciones humanas. Está por encima de mis ganas, de mis preferencias, de las cosas que no me gustan de la comunidad.
El llamado es algo que significa una especial preferencia, un privilegio de Dios hacia mi.
*En segundo lugar, es un llamado a la luz, al ser, a la existencia. En el Antiguo testamento Dios al llamar a Abraham le cambia el nombre. Eso mismo hace Jesús con Pedro.
¿Qué significa cambiar el nombre?
Para los judíos eso era algo sumamente importante. Cambiar el nombre significaba dar un nuevo ser, algo adicional, una novedad. Y este nuevo ser está contenido en el nuevo nombre.
Por eso dice el Apocalipsis que “al que venza se le dará una piedrecilla blanca con un nuevo nombre que nadie conoce”. Este nuevo nombre está en el Llamado.
Al llamarnos Dios para un servicio dentro de una comunidad eclesial nos está dignificando, nos está privilegiando, nos está llevando del “no ser” al “ser”.
Un llamado implica, por lo tanto, una movilidad de nuestro espíritu, un estado mejor. Por eso no debemos ver un llamado de Dios como una carga que me pone encima, sino como un maravilloso privilegio, como una oportunidad de caminar más cerca de Él, una oportunidad en la que me da un nuevo nombre.
De la misma manera, desoír un llamado de Dios por cuestiones humanas, por enojos, por caprichos, parece una actitud que nos perjudica más que lo que nos da.
Oremos para que el Señor nos de la claridad para seguirlo y perseverar a pesar de lo humando que no nos agrade.
¿Mi llamado es una carga o me siento dignificado con él? ¿Porqué?