¿La fidelidad en el matrimonio es posible?

El amor conyugal es también, en uso de la libertad, una actitud plenamente consciente y humana, de compromiso permanente. Y un compromiso de amor que nace poniendo límites y luego se detiene a mitad de su marcha, es un compromiso que había nacido muerto.

Amar es comprometerse a una actitud de permanente fidelidad. Dice Jean Cau que “no se ama cuando no se puede amar hasta el fin”, y eso es realmente cierto.

Quizás en nuestros tiempos de las cosas descartables, de compromisos económicos prematrimoniales y de situaciones confusas en lo que respecta al amor, sea más fácil para muchos comprometerse a medias, para poder después dar marcha atrás, que comprometerse con fidelidad permanente.

El amor es una aventura que comenzamos en el momento que tomamos la decisión de conyugar, y esta aventura es como un salto al vacío que no admite paracaídas. Por más que en el futuro alguna compañía de seguros nos ofrezca un seguro por sí sale mal nuestro matrimonio, la pareja se alimenta del amor, y el verdadero amor comienza cuando ambos comienzan su caminar sin tomar resguardos por si después alguno se arrepiente. El verdadero amor, se alimenta de la libre y total entrega y no de la entrega calculada y egoísta. Si no hay entrega libre, plena y sin condiciones, el amor ya nace distorsionado, ya está casi muerto al comenzar.

Por supuesto que la adhesión permanente y fiel no es cosa fácil, por lo que el amor también significa para cada uno una permanente exigencia a ser mejores. Por un lado, para poder responder a esa fidelidad, permanentemente atacada e incluso ridiculizada o despreciada en nuestros días. Es importante que cada uno de los que conyugan, se preparen para ser cada vez mejores “conyugadores”. Es una exigencia que va desde la necesidad de encontrar acuerdos comunes, en las pequeñas cosas y en las más importantes. Es la exigencia de buscar las mejores opciones, aquellas que hacen crecer la pareja, aunque signifique una aparente (o real) contradicción con mis intereses o preferencias personales. Y, por otro lado, hay que exigirse para ser mejor para el otro, porque el otro lo merece. Para ser amado hay que hacerse “amable”.

Los límites de la naturaleza humana, hacen que la perfección sea para nosotros una llamada. Nadie es perfecto, pero tenemos que tender a eso. Y el amor es un llamado a la perfección. No obstante, justamente por lo incompletos que somos, los esposos deberán amarse así como son, incluidas sus imperfecciones, para que, desde ese punto de partida, comiencen su camino de perfección. Sartre decía “no se ama nada si no se ama todo”.

Leave a comment