LA COMIDA FAMILIAR

En una ocasión escuché una homilía sobre los Discípulos de Emaús en donde el sacerdote explicaba que  a Jesús le reconocieron “al partir el pan”, en la “comida” uniendo a esa escena, el sacerdote se refirió a la importancia de la Comida  compartida en familia.

Para Jesús es importante el tema de la Comida, que es donde Él se da plenamente: en la Eucaristía, en donde cada uno de nosotros se une íntimamente a Él, en donde le conocemos, como los discípulos de Emaús.

Pero es interesante también pensar en el tema de la comida familiar y que hoy se va perdiendo por distintos motivos.

Comparto un artículo de Manuel Ugarte Cornejo sobre el tema:

¿CÓMO ES NUESTRA COMIDA FAMILIAR?

 ¿Cómo es nuestra comida familiar?

La respuesta a esta pregunta, aparentemente inocente, encierra una verdad esencial sobre la vida doméstica y el bienestar personal que en nuestro mundo individualista y tecnificado solemos olvidar. Esto es lo que descubrió la periodista norteamericana Miriam Weinstein en el curso de un estudio sobre alimentación, y lo que le movió a escribir el libro «El asombroso poder de las comidas familiares: Cómo nos hacemos más inteligentes, fuertes, sanos y felices comiendo juntos». El estudio que motivó el trabajo de Weinstein fue hecho por el Centro Nacional sobre Adicciones y Drogas (CASA), de la Universidad de Columbia. Para sorpresa de los investigadores, resultó que comer en familia era más importante que la asistencia a la iglesia o las notas, a la hora de prevenir que los jóvenes no caigan en conductas destructivas (consumo de drogas, alcohol y tabaco, así como embarazos de adolescentes).

Si las comidas familiares no hicieran más que prevenir el consumo de drogas en adolescentes, solo por eso valdría la pena tenerlas. Pero, naturalmente, hacen mucho más que eso. Como dice Weinstein, «estas comidas permiten a los hijos comunicarse regularmente con los padres, y a los padres comunicarse con los hijos. Nos conectan con nuestras tradiciones religiosas, culturales y familiares». Regularidad es lo que ante todo Weinstein tiene en mente cuando llama «ritual» a la comida familiar. No es algo que hayamos de reinventar todos los días, algo que nos exija empeño para que sea un tiempo de convivencia familiar con «calidad»; es algo que prácticamente cualquiera puede hacer. La comida familiar «saca partido de necesidades biológicas y sociales básicas. Nos permite realizar aquello en que consiste ser una familia: cuidamos unos de otros, compartimos cosas, recorremos juntos el camino de la vida». «Los investigadores descubren que nuestros más significativos recuerdos de la infancia no son grandes acontecimientos, como espectáculos o eventos deportivos, sino más bien el cariño mutuo, el compartir, el pasar tiempo juntos», nos recuerda Weinstein y no lo deberíamos olvidar.

Después de leer el artículo surgen muchas preguntas que debiéramos contestar observando cuál es nuestra experiencia de la “Comida compartida en familia” en estos tiempos en que la familia está tan atacada aunque sabemos que es en ella donde se siembra constantemente, que es en el seno de ella donde nacen las vocaciones, donde se fortalecen los valores, donde se previenen los vicios, etc.

Podríamos preguntarnos:

¿Cuánto hace que no compartimos una comida en familia (padres e hijos) sin el televisor enfrente?

¿Cuánto hace que no compartimos una comida con parientes cercanos?

¿Cuál es la experiencia que tenemos de la Comida familiar?

Que el Señor y María nos den la fuerza para fortalecer nuestras familias sembrando en ellas las semillas del amor, la comprensión, la felicidad de compartirlo todo con Jesús en medio.

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