LA VISITADORA

(De Antonio Murciano)

 

Era en Belén y era Noche buena la noche.

Apenas ni la puerta crujiera cuando entrara.

Era una mujer seca, harapienta y oscura

con la frente de arrugas y la espalda curvada.

Venía sucia de barro, de polvo de caminos.

La ilumino la luna y no tenía sombra.

Tembló María al verla; la mula no, ni el buey

rumiando paja y heno igual que si tal cosa.

 

Tenía los cabellos largos, color ceniza,

color de mucho tiempo, color de viento antiguo;

en sus ojos se abría la primera mirada

y cada paso era tan lento como un siglo.

 

Temió María al verla acercarse a la cuna.

En sus manos de tierra ¡oh Dios! ¿Qué llevaría?…

Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente

y le ofreció la cosa que llevaba escondida.

 

La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.

¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!

El Niño la miraba. También la mula. El buey

mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.

 

Era en Belén y era Noche buena la noche.

Apenas si la puerta crujió cuando se iba.

María al conocerla gritó y la llamó «¡Madre!»,

Eva miró a la Virgen y la llamó «¡Bendita!».

 

¡Qué clamor, que alborozo por la piedra y la estrella!

Afuera aún era pura, dura la nieve y fría.

Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía teniendo

entre sus dedos niños la manzana mordida.

Leave a comment